La hija de Mentor
Introducción:
Este episodio alternativo de la serie Cosmos 1999 narra lo que no se vio de la llegada de Maya a la base lunar.
Para quienes recuerdan la serie, la hija de Mentor es rescatada de su planeta y llevada a Alpha. (dejo un enlace de video - al final de esta historia - para que puedan revivir este episodio llamado "Metamorfosis")
Muchos nos preguntamos qué sucedió con Maya al llegar a la base. Cómo la recibieron. Pues bien, he aquí una versión alternativa (la mía) de lo que no se vio. Espero la disfruten.
Todos en Alpha estaban conmocionados por los últimos sucesos. El
personal se hallaba abocado a reparar los daños que el ataque Psychon había
provocado en la base. El doctor Ben Vincent estaba a cargo del centro médico
con al menos una veintena de personas heridas que atender. Se sentía exhausto,
pues prácticamente no había dormido; lo único que lo animaba era el hecho de
que no había que lamentar fallecidos durante el ataque, aunque lo entristecía
saber de la muerte de los dos pilotos. La doctora Russell le había informado de
ello en comunicación directa desde el águila que regresaba a la luna y de la
llegada de una habitante del planeta que colapsaba hacia su destrucción total.
Realmente no era una noticia que lo entusiasmara, tenía la sensación de que aquello
era un gran error del comandante Koenig y se dio cuenta de que un sentimiento
involuntario de rencor, se gestaba muy dentro suyo.
Tony Verdeschi irrumpió en su consultorio. Era evidente que estaba
tenso y cansado.
_ Hola Doc - dijo - ¿Tienes la nómina de los heridos que te pedí?
_ Sí, Tony - respondió - Y también el informe médico. Ninguno
reviste gravedad, por suerte; de todas maneras el Centro Médico está colmado.
Tengo a todo el personal en actividad.
-¿Ya hablaste con Helena?
- Sí, hace unos minutos, Sandra me comunicó con el águila. Parece
que todos están bien, pero el comandante tiene algunas quemaduras y... no sé
cómo llamarla... el ser... ¿la extraterrestre? Bueno, ella también está herida,
aunque no sería grave.
Tony se quedó pensativo por algunos segundos, consciente de que el
médico y él compartían en cierta forma, un sentimiento de desaprobación por la
decisión de John. La noticia de que el comandante había rescatado de la
destrucción del planeta Psychon a la hija del responsable de los ataques a la
base y de la muerte de dos pilotos, ya circulaba entre los alphanos, y los
ánimos no estaban del todo bien. Tony sabía que se enfrentaban a un gran
problema. El malestar de la población de Alpha se percibía en todas partes. Por
otra lado, como Jefe de Seguridad, debía asegurarse de que la mujer psychona no
sería una amenaza, después de todo pensaba, "de tal palo, tal
astilla..."
Su computadora portátil sonó alejándolo de sus pensamientos. El
águila estaba aterrizando.
_Bien Doc... Vayamos al túnel. Acaban de descender.
El doctor y una enfermera siguieron a Tony hasta el túnel de
viaje. Dos guardias de seguridad estaban aguardando en la entrada. Unos minutos
después las puertas se abrieron y el comandante avanzó hacia ellos con la misma
energía de siempre. Era envidiable su autocontrol aún en los peores momentos.
Detrás lo seguían Allan y Bill quien se arrojó impaciente a los brazos de
Anette; ella era su esposa desde hacía un par de meses y lo había estado esperando
deshecha en lágrimas. El cuadro era comprensible y a la vez conmovedor, pero a
Tony le pareció toda una cursilería.
Bienvenido John... - dijo Tony, dándole una palmada en el hombro.
-¿Todo en orden?- preguntó el comandante.
-Bueno... Hemos sufrido algunos daños, tenemos 23 heridos y mucho
nerviosismo entre el personal. Lo siento, pero la noticia de la mujer psychona
se ha regado por toda la base y no ha sido muy bien recibida.
-No te preocupes, me encargaré de ello lo antes posible.
- Hay algo más... Ellen Wood tuvo un ataque de histeria por la
noticia de la muerte de Picard. Ella y él... Bueno, tú sabes que ellos tenían
una relación muy estrecha. Vincent le aplicó un sedante, pero creo que cuando
despierte...
Tony no supo si terminar la frase. Lo que Ellen sentía, de alguna
manera él también lo experimentaba. Conocía a Picard desde hacía tiempo, muchas
veces jugaron cartas, y habían entablado una amistad. Se sentía angustiado y
enfadado al mismo tiempo; aún no podía creer que él había muerto y tenía que
reconocer que la llegada de la extranjera potenciaba sus sentimientos
negativos.
John... - continuó, tratando de no sonar irreverente - ¿Por qué?
Me refiero... ¡Dios! ¡Dos pilotos han muerto, Alpha fue atacada, ustedes casi
no regresan, y aún así tuviste un gesto de humanidad con la hija de ese loco
asesino de Mentor! No te entiendo...
-Tony... -lo interrumpió el comandante - Ella salvó nuestras
vidas. Si no hubiera sido por ella, nosotros y todos en Alpha habríamos muerto.
-Ella nos ayudó. No podía dejarla morir.
Tony no sabía qué decir. Ahora podía, en cierta forma, comprender
la decisión de John, pero eso no aliviaba su ira.
El comandante se volvió hacia Helena que acababa de aparecer.
-¿Qué sucede Helena?- preguntó.
-Ella entró en shock y se desmayó. Estamos esperando una camilla
para llevarla al centro médico.
-Helena - interrumpió el doctor Vincent - El Centro Médico está
atestado de pacientes.
- Bien, entonces la llevaremos a mis habitaciones y allí curaremos
sus heridas.
-Un guardia los acompañará. - Dijo. - No quiero más sorpresas
desagradables hasta que me asegure de que "ella" no intentará nada en
contra de Alpha o sus habitantes.
-Tony. No creo que ella sea una amenaza y mucho menos en el estado
en que se encuentra. Dijo la doctora Russell.
-Bueno, no voy a correr riesgos.
El comandante no discutió la decisión de Tony, después de todo, la
seguridad de Alpha era su responsabilidad.
-Está bien, como tú digas. Pero ningún guardia entrará en mis
habitaciones.
-No hay problema. Permanecerá en vigilancia en la puerta,
entonces. - respondió el italiano. Acto seguido, salió en dirección al Centro
de Control.
-John... - dijo Helena - Tú también debes recibir atención médica.
- Oh, no es nada Helena, mis quemaduras son leves. No te
preocupes, ni bien atienda algunos asuntos iré a la enfermería.
John también salió en dirección al Centro de mando. Tenía que
ponerse al tanto de todos los daños que había sufrido la base y preparar un
discurso para todo el personal explicándole lo que había ocurrido en el planeta
Psychon y de su decisión de rescatar a Maya.
Helena dio instrucciones de que una enfermera la asistiera en las
curaciones de Maya. Después de quitarle la ropa y colocarle un pijama de seda,
colocaron a la mujer alienígena sobre la cama. La quemadura de su brazo no era
grave, pero aún no despertaba.
Ben sugirió que la Dra. Gloria Smith viera a Maya cuando
despertara, después de todo ella era la psiquiatra de la base. Cuando Maya
despertó Helena y Gloria estaban a su lado. Ellas habían conversado largamente
sobre su situación y aunque no estaban seguras de poder ayudarla, aguardaban
expectantes a que ella despertara.
Lo primero que vio fue una la luz sobre ella. Todavía estaba
confundida y sentía una extraña sensación en el pecho. ¿Aquello había sido un
mal sueño? La decoración del techo de la habitación le reveló la peor de las
verdades. No había sido una pesadilla. Ella no estaba en su mundo sino en un
lugar extraño. Aquel reconocimiento provocó de inmediato una sucesión de
imágenes aterradoras: el fuego, su padre, rostros de seres de otro mundo,
volcanes en erupción... El miedo y la desesperación violentaron su cuerpo
provocándole un agónico sufrimiento. Ella era plenamente consciente de su
situación y experimentó un súbito e intenso deseo de morir.
La voz de la doctora Russell agudizó aún más su terror. Casi en un
espasmo se incorporó. Quería escapar, pero ¿hacia dónde?
-Maya - nuevamente habló la doctora Russell - Todo está bien.
¿Todo está bien? Maya sintió que su corazón estaba a punto de
estallar. Su respiración era irregular y difícil. Se estaba ahogando.
-Maya... Mírame, por favor.
Helena colocó sus manos sobre los hombros de la joven obligándola
a fijar sus ojos en ella.
-Maya, sé que estás confundida y asustada.- Dijo - Pero vas a
estar bien. Estamos aquí para ayudarte.
- ¿Puedes respirar? - preguntó Gloria.
Maya reaccionó sorprendida ante esa nueva voz. Desvió su mirada
hacia un lado y vio a una mujer de cabello rizado y de piel muy oscura, que le
sonreía con una tranquilidad increíble. Nunca había visto un ser de piel tan
morena y no pudo evitar su asombro, el que se sumó al terror paralizante que
experimentaba en ese instante. Instintivamente movió la cabeza en señal de
negación. Realmente el aire no entraba en sus pulmones y su ritmo cardíaco
estaba al límite. No podía hablar. Era tanta la opresión en su garganta que
sentía que su muerte era inminente.
Helena se sentó en la cama y tomándole las manos volvió a
hablarle.
-Maya. Ella es la doctora Gloria y está aquí para ayudarte. Sé que
puede ser difícil para ti en este momento, pero debes relajarte, respira
profundo y lentamente. Vamos, por favor, haz el intento aunque más no sea una
vez - insistió - Respira lento y
profundo.
Sin saber bien porqué, Maya intentó lo que la doctora Russell le
pedía. Tomó aire y lo expulsó lo más lentamente que pudo, así lo hizo varias
veces y entonces sintió una oleada irrefrenable de llanto. Sus lágrimas corrieron
desesperadas por su rostro pálido y su corazón se inundó de una dolorosa
angustia. Lloró como una niña pequeña. Lloró como nunca antes lo había hecho.
Lloró desconsoladamente por varios minutos perdiendo la conciencia de que allí
estaban las dos mujeres terrícolas. Fue un desahogo doloroso que exponía su
nueva realidad. Estaba sola, completamente sola en una luna viajera, con seres
de otro mundo. Su planeta, su padre, su gente y su vida ya no existían. Sin
poder controlar sus pensamientos, las imágenes de su planeta colapsando se
sucedían una y otra vez. La desesperación y el miedo que sentía eran tan
fuertes que estaba segura de enloquecer sin remedio. De repente, la tensión de
su cuerpo cayó abruptamente y se desplomó en la cama. Entonces hundió el rostro
en la almohada temblando de dolor y agotamiento y se quedó dormida.
John Koenig esperaba que su discurso tranquilizara a la población
de Alpha. Había explicado con detalles todo lo que había sucedido en Psychon y
cómo él había provocado la liberación de la energía que causó la destrucción
total de aquel planeta. Reconoció que la ignorancia sobre la tecnología
psychona y su instinto de supervivencia lo llevaron a cometer aquella
imprudencia letal, y que esa había sido la razón para no dejar a Maya morir
allí. Por otra parte, ella también les había salvado la vida. Por último, pidió
que tuvieran compasión para la hija de Mentor y pidió un minuto de silencio por
las muertes de los pilotos.
Tony, como todos los demás, había oído atentamente la historia de
John, pero no estaba seguro de que la gente en Alpha pudiera ser compasiva con
la mujer psychona. Por otra parte, Allan le había contado sobre la capacidad de
transformación molecular que ella era capaz de realizar, y eso le había sumado
una preocupación más. ¿Qué sucedería si aquella mujer al tomar consciencia de
su situación, se volvía en contra de Alpha? Después de todo, John le había
prometido que Mentor no sufriría si ella lo ayudaba, pero al final –
voluntariamente o no - no había hecho lo acordado y ella podía estar tan disgustada
que podría intentar algún tipo de venganza.
-¿Y si ella resulta ser una amenaza? -Le dijo a John - ¿Si se
convierte en una criatura capaz de matarnos a todos?
-Tony, entiendo tu preocupación. -Respondió el comandante - No
creas que no he pensado en ello. Toma todos los recaudos que consideres
necesarios hasta estar seguros.
Tony se sintió un poco más tranquilo con la actitud del comandante
y agradecido por la confianza que éste depositaba en él. De todas formas, no
había estado cruzado de brazos esperando la autorización de Koenig y ya había
hecho algunos arreglos de máxima seguridad. La extraterrestre estaría vigilada
por guardias, pero él personalmente se encargaría de observar todos sus
movimientos.
Cuando llegó a las habitaciones de Helena, encontró al guardia en
su puesto, tal como él lo había ordenado. La doctora Gloria Smith, salía en ese
momento.
-Sr. Verdeschi – Saludó al verlo.
-¿Cómo está, doctora? ¿Todo en orden?
-Sí. Ella duerme ahora. Está muy conmocionada por lo sucedido, y
no es para menos. Yo volveré mañana, a menos que me necesiten antes.
-¿Cree que ella podrá estar tranquila y controlada? - inquirió
Tony.
-Bueno, eso no lo sé. Ella es una ex… quiero decir que no es de
nuestra raza y no sé si su psicología es pueda ser comprendida como la nuestra.
Pero de algo estoy segura y es que hasta el momento ha reaccionado
emocionalmente como uno de nosotros.
-¿Reaccionado emocionalmente?
-Sí, me refiero a que ella presenta reacciones normales para lo
que está viviendo. Llanto, temor... En fin, está realmente aterrada, como
cualquiera de nosotros en su situación.
- ¿Cree que pueda entrar? - preguntó Tony.
-No veo porqué no. -Respondió la psiquiatra - La doctora Russell
está con ella.
Tony activó la apertura de la puerta y entró en la habitación. No
sabía si Helena estaría de acuerdo con su visita, de manera que se detuvo en la
entrada.
Helena lo vio entrar y asintió.
-Gracias, Helena. - Dijo avanzando con cierta prudencia mientras
sostenía en alto una especie de brazalete - Necesito que le coloques esto.
-Es un dispositivo de rastreo.- Respondió - Quiero asegurarme de
que todos sus movimientos estén controlados.
-Humm... Bien, como tú digas. -Dijo Helena poniéndose de pie y
caminó hacia Tony - Dámelo.
Helena tomó el brazalete, fue hasta la cama e intentó colocarlo en
la muñeca izquierda de Maya. Tony quiso mantener una distancia prudencial y por
ello se quedó en donde estaba.
-No puedo cerrarlo, Tony - dijo - ¿Debo presionar muy fuerte?
Tony dudó unos segundos y finalmente caminó hacia ella.
-Déjame hacerlo, Helena. -Ofreció él.
Con un rápido movimiento cerró el brazalete. Fue entonces que
reparó en la fragilidad de aquel brazo y la delicada forma de aquella mano
cálida. Casi por instinto sus ojos fueron en dirección a la almohada. Nunca
hubiera imaginado que el rostro de aquella joven lo impactaría de aquel modo.
Ella era realmente hermosa. Su piel blanca, sus labios rosados y las
particulares características psychonas fueron una bellísima revelación. Se
quedó viéndola con una curiosidad infinita y desconcertante a la vez.
-Ella es Maya. - Dijo Helena, consciente de la inesperada reacción
que la joven había causado en el Jefe de Seguridad. –
Tony no podía quitar la vista de ella. Asintió con un movimiento
involuntario y se obligó a retroceder unos pasos.
Helena observó sus movimientos en silencio, casi adivinando sus
pensamientos y no pudo evitar sonreír ante la conmoción que revelaba haber
sufrido Tony.
-Es muy bella, ¿verdad? - Dijo.
Tony no hizo ningún comentario al respecto, pero se dio cuenta de
que Helena había advertido su impresión. Lo último que deseaba era quedar como
un tonto delante de ella, así que pensó en una salida airosa que lo
reivindicara.
-Pienso que es... muy extraña. - Hizo una pausa y luego activó el
rastreador desde su portátil. Luego agregó: - Si por alguna razón necesitas
quitarle el brazalete, me avisas.
Tony prácticamente huyó de allí. La verdad era que esa mujer
psychona le había causado una impresión inesperada. Él no había imaginado que
fuera así; en realidad, en ningún momento pensó en cómo sería, pero la verdad
era que le pareció una mujer bellísima y al mismo tiempo la encontró frágil,
vulnerable. Como Jefe de Seguridad, no podía darse el lujo de ablandarse por
una primera impresión. Tal vez ella podía convertirse en una monstruosidad,
según había dicho Allan, de modo que debía erradicar de su pensamiento aquella
imagen y mantener una actitud fría y objetiva.
Después de que Tony se fuera, Helena decidió que ella también
debía descansar. No estaba segura de que alguna enfermera quisiera cuidar de
Maya y tampoco deseaba averiguarlo en ese momento, pues sabía que existía algún
tipo de aprehensión hacia la recién llegada entre el personal. No deseaba dejar
a Maya sola y tampoco le parecía una buena idea que el guardia que estaba en la
puerta se quedara dentro de la habitación mientras ella dormía. Llamó a John
para consultarle qué hacer, pero cuando oyó su voz se percató de que lo había
despertado.
_ ¿Todo está bien, Helena?
-Oh... Sí, John. Todo está bien. Justamente eso quería decirte.
Lamento haberte despertado... Vuelve a dormir, ¿ok?
-Gracias amor, realmente estoy exhausto.-Respondió él - Tú debes
dormir también.
-Sí, ahora mismo. No te preocupes.
¿Y ahora qué? Se preguntó Helena. Miró a Maya por un instante y se
le ocurrió que Tony podía ayudarla.
-Claro... Dime, ¿pasó algo?
-Oh... No, nada de eso. Yo sólo estoy muy cansada y me preguntaba
si tú podrías detectar los movimientos de Maya, en el caso de que ella
despertara.
Tony se quedó pensativo, preguntándose si Helena temía que Maya la
atacara mientras ella dormía. Si eso era así, entonces él no estaba tan
paranoico después de todo.
-Si intenta salir de la habitación sí.
-En ese caso, ¿podrías avisarme?- dijo - Necesito dormir un poco y
saber que ella estará bien. No quiero que despierte sola, pues no sé cómo
reaccionará.
Tony casi sonrió al percibir que Helena, a pesar de haber dicho
que la extraterrestre no era una amenaza, ahora parecía algo preocupada.
-Si ella se mueve, yo lo sabré... Y te despertaré. - dijo en un
tono tranquilizador -.
-Gracias Tony. - Respondió. - Que descanses.
Tony dejó su portátil sobre la mesa de noche. No iba a desvestirse
por si debía acudir a socorrer a Helena. Pero él también estaba cansado, se
recostó en su cama y no supo cuándo se quedó dormido.
Ellen Wood despertó en su habitación a mitad de la noche. La
realidad de que el hombre que amaba estaba muerto se presentó en una oleada de
angustia. Recordó su rostro, su sonrisa, la forma en que él le había hecho el
amor hacía dos noches... ¡Él estaba muerto! Y ella se sentía desolada.
El comandante había ido a verla para darle las condolencias, pero
ella no necesitaba su lástima sino a su Picard. Y esa mujer, la hija de ese
loco alienígena estaba en la base. ¡Estaba en la base! Y lo peor de todo era
que Koenig le había pedido compasión para con ella. ¿Compasión? Eso era una
locura y al mismo tiempo una injusticia. Ella debía estar muerta porque el
hombre que amaba también lo estaba. Ellen se sintió invadida por la ira,
necesitaba que ella pagara por su dolor. Entonces una temerosa idea cruzó por
su mente. ¿Sería capaz de matar a la alienígena? Se cubrió la boca para ahogar
su llanto y su dolor diciéndose a sí misma que no era capaz de hacerlo. Pensó
que era demasiado cobarde, pero no lo era para decirle lo que pensaba de ella.
Se colocó la bata y salió de su habitación.
Los corredores estaban desiertos a esa hora. Ellen caminó con
cuidado en dirección a la habitación de la Dra. Russell. Estaba decidida a ver
a esa mujer. Estaba decidida a gritarle su dolor. Pero no había considerado
encontrarse a un guardia en la puerta.
-Ellen - dijo el guardia sorprendido.- ¿Te sucede algo? ¿Necesitas
a la doctora?
Ellen dudó un instante, pero finalmente respondió.
-Sí... Yo quiero hablar con la Dra. Russell.
El guardia notó su nerviosismo, pero pensó que era una reacción esperable
por lo que le estaba pasando; de todas maneras la doctora estaba durmiendo y se
preguntó qué debía hacer.
-Ella duerme ahora Ellen - dijo - ¿No deberías estar haciendo lo
mismo tú?
Ellen se echó a llorar cubriéndose el rostro y el guardia sintió
mucha pena por ella. La tomó de los hombros atrayéndola hacia él.
-Lo siento muchísimo, Ellen.
- Gracias... Pero necesito verla, por favor - suplicó.
El guardia no tuvo corazón para negarse a llamar a la doctora.
-Doctora Russell - dijo el guardia - lamento haberla despertado,
pero está Ellen Wood aquí y quiere verla. No se ve bien.
-Helena hizo un gran esfuerzo por despertar. A pesar de estar tan
cansada no podía negarse a atender a la pobre Ellen. No se había desvestido
para dormir, así que se levantó y fue hasta la puerta. Antes de que pudiera
salir Ellen Wood había entrado en la habitación y Helena no pudo detenerla.
- ¡Quiero verla! - gritó, y Helena no tardó en darse cuenta de que
a quien buscaba, en realidad, era a Maya.
Ellen iba directo a la cama donde dormía Maya.
El guardia observaba atónito la embestida de Ellen. Helena trató
de sujetarla del brazo para impedir que llegara hasta Maya.
-¡Ayúdeme! - Le pidió al guardia. -¡Ellen tranquilízate, por
favor!
¡Quiero decirle lo que pienso, doctora! - Gritó Ellen Wood
completamente fuera de sí, por el dolor y la ira.
-¡Tú! ¡Tú eres la culpable de todo! - Gritaba Ellen - ¡Tú,
alienígena!
Los gritos de la mujer que forcejeaba con el guardia y la doctora
en medio de la habitación despertaron a Maya.
-¡Ya basta Ellen! - gritó Helena.
- ¡No te queremos aquí! ¡No te queremos! ¡Deberías estar muerta
como Picard y Torens! - continuó la mujer fuera de sí.
Maya no alcanzaba a comprender todo lo que la mujer decía, pero a
juzgar por su comportamiento y por la escena era evidente que ella era el
blanco de su furia hecha palabras.
Hellena y el guardia sujetaban a Ellen para evitar que llegara a
Maya, mientras intentaban tranquilizarla. Maya estaba aturdida y muy asustada.
¿Acaso esa mujer quería matarla? Aquel pensamiento fue el disparador de su
huida improvisada. La puerta estaba abierta, la mujer seguía gritándole cosas
horribles y ella sólo quería correr. Y lo hizo. Fue directo hacia la puerta y
una vez en el corredor corrió hacia ninguna parte, movilizada por el miedo que
aquella situación le había causado.
Tony despertó con el beep de la alarma. El rastreador le avisaba
que Maya había dejado la habitación de Helena. Tomó su portátil y salió de su
habitación. Según el rastreador, la mujer psychona iba hacia él.
-Ellen Wood está aquí Tony - respondió ella - Ella está fuera de
sí.
- La psychona salió de allí Helena...
-Sí, Tony... Ellen debe haberla asustado.
-No te preocupes... Ella viene hacia el sector D. Yo la detendré.
Tony dio aviso a los guardias sobre la huida de Maya e
inmediatamente clausuró las aperturas de las puertas hacia otros sectores para
asegurarse de que ella fuera directamente hacia dónde él estaba.
Maya no sabía hacia dónde iba. Corrió por el pasillo buscando una
salida, pero las puertas laterales no se abrían. De pronto dos guardias armados
le bloquearon el paso. Uno de ellos le gritó que se detuviera y avanzó hacia
ella apuntándole con su arma. Maya reaccionó al ataque transformándose en un
felino salvaje. El guardia no alcanzó a disparar y cayó bajo el peso del
animal. Forcejeó con él, pero no pudo resistir a su ataque. El tigre le clavó
los dientes en el antebrazo y luego huyó, dejándolo herido en el suelo.
-¡Sr. Verdeschi! ¡Ella atacó a Stevens! - comunicó el otro guardia
por el portátil. - ¡Se dirige al sector D!
- Lleva a Stevens al centro médico - le ordenó - Yo me ocuparé de
la mujer.
Tony no podía creerlo. Lo que había temido estaba ocurriendo. La
alienígena estaba fuera de control y era una amenaza para la población alphana.
Mientras tanto Helena había llamado al comandante para informarle de lo
sucedido. Cuando él llegó a las habitaciones de Helena, Ellen Wood se hallaba
dormida en el sofá.
-Le di un sedante. Ella estaba fuera de sí.
-Sí, John... Uno de los guardias fue atacado, pero pienso que no
lo ha hecho intencionalmente. Ella está asustada...
El comandante utilizó su portátil y contactó a Tony.
-Aún no John, pero ella viene hacia aquí. Le coloqué un rastreador.
Haré que llegue al observatorio.
-Tony, no quiero que le hagas daño. - Ordenó Koenig. - Sólo
intenta calmarla y avísanos. Helena se encargará de ella.
Tony estaba muy molesto. La psychona había atacado a uno de sus
guardias, pero aun así él debía ser considerado.
El observatorio estaba en penumbras cuando Tony entró; él encendió
únicamente la luz de la entrada y se refugió en el fondo de la habitación para
aguardar a la extraterrestre. Un minuto después, la señal en su portátil le
indicó que ella estaba a punto de entrar. Él esperó con el arma lista para
disparar. Si ella intentaba atacarlo él no dudaría en usarla, de eso estaba
seguro y no importaba lo que John pensara de ello.
Maya había vuelto a su forma habitual y corrió hacia la única
puerta que estaba abierta. Apenas la hubo atravesado, ésta se cerró. Había
caído en la trampa.
Tony aguardó en silencio.
Maya volteó hacia la puerta sorprendida. Quiso volver a salir,
pero la puerta no se abría. Su corazón latía con fuerza y su cuerpo temblaba
involuntariamente. El miedo la consumía y no le permitía pensar con claridad.
De pronto una voz la hizo estremecer.
-¡No se mueva! - Ordenó Tony.
-No le haré daño si usted se comporta.
Maya estaba muy confundida. Aquel hombre apuntaba su arma
directamente hacia ella. Su instinto de supervivencia le sugería defenderse y
atacarlo, pero al mismo tiempo sintió temor. Retrocedió sobre sus pasos sin
voltear hasta que su espalda tocó la puerta. Miró a su alrededor buscando una
salida, pero sólo halló penumbra. No había opción, debía defenderse.
Tony observaba a la mujer con el arma en alto, estudió sus
movimientos intentando adivinar sus intenciones. Advirtió que respiraba de
manera agitada, tal vez porque había corrido demasiado o simplemente porque
estaba asustada. Avanzó hacia ella con sigilo, pero se detuvo al notar que la
psychona fijaba su mirada más allá de él. Se preguntó qué intentaba hacer. Ella
parecía buscar un punto lejano. La respuesta llegó abruptamente, ya no estaba
frente a él esa bellísima alienígena sino una horrorosa criatura. Hubiera
podido dispararle en ese mismo instante, de hecho ese fue su primer
pensamiento, pero algo lo detuvo y retrocedió bajando el arma. Casi al instante
se dijo que aquello había sido una estupidez, pero ya era demasiado tarde, pues
la criatura se movió primero y se lanzó hacia él. Tony esquivó la embestida
arrojándose detrás de uno de los escritorios y al verse a una prudente
distancia levantó su arma, apuntó y disparó. El láser dio de lleno en una
silla, pero fue suficiente para que la criatura retrocediera.
- ¡No se mueva o disparo! - Advirtió Tony.
Maya sintió que no era conveniente intentar nada más, después de
todo, si analizaba la situación con algo más de frialdad, ella estaba en
completa desventaja. Tenía dos opciones, rendirse o hacer que la mataran. De la
dos, la última le causaba terror, pero al mismo tiempo sentía que tal vez fuera
lo mejor. Sin más salida volvió a su forma natural. La transformación y el estrés
le consumieron las fuerzas, al retomar su forma debió apoyarse en el escritorio
que estaba junto a ella. Todo a su alrededor parecía girar. El mareo y el
cansancio la exponían en toda su vulnerabilidad frente a su agresor.
Tony Verdeschi caminó hacia ella al advertir que estaba muy débil
para intentar algo en su contra, sin embargo, no se acercó demasiado.
- ¿Está Ud., bien? - le preguntó.
Maya oyó aquellas palabras como si vinieran de algún lugar lejano,
aún no podía enfocar su vista pues el mareo no cesaba. Hizo un esfuerzo por
mirar a su agresor. Él estaba cerca de ella, pero no le apuntaba con su arma,
de todas maneras sintió mucho miedo. Ella sabía que estaba indefensa en ese
momento. Tal vez por instinto o tan sólo porque no tenía fuerzas, Maya cayó de
rodillas ante al Jefe de seguridad. A esas alturas ya nada importaba. Maya
estaba cansada, asustada y profundamente triste. Ella suplicó por su vida, no
porque quisiera vivir porque en realidad ella deseaba desintegrarse y así
aliviar su dolor, sino porque temía que aquel ser le causara algún daño y un
mayor sufrimiento. Y lloró. Lloró sin consuelo...
Tony no esperaba aquello. No soportaba la idea de ver a alguien
implorando piedad a sus pies. La imagen le parecía absurda, pues él no era un
verdugo. A esto se le sumaba el hecho de que aquella mujer lloraba y no había
peor cosa para él que ver llorar a una mujer. Tony no soportó más aquella
situación y tomándola de un brazo la obligó a levantarse.
- ¡No!- Dijo severamente - Ud. No tiene que hacer eso. Yo no
quiero hacerle daño.
A pesar de sus palabras, Maya no podía dejar de llorar. Todo su
ser y sus fuerzas estaban debilitados por el dolor y el miedo. Ella ni siquiera
podía controlar el estremecimiento de su cuerpo ni sus lágrimas. Sólo podía
llorar y nada más.
Esa fue la primera vez que Tony sintió verdadera compasión por
alguien. Jamás en su vida olvidaría aquel momento. Ella estaba tan cerca de él,
asustada, vulnerable, inmensamente triste... Era algo doloroso de presenciar.
Sin meditarlo, acaso por impulso, rodeó el cuerpo de Maya y la abrazó contra su
pecho. Ella se dejó llevar, frágil e indefensa y se recargó sobre el pecho de
aquel hombre extraño sin dejar de llorar.
Tony no supo cuánto tiempo sostuvo a Maya entre sus brazos. Ella
tampoco. Tal vez fueron algunos pocos minutos, pero se sintieron como una
eternidad. Tony estaba sorprendido por su gesto con la psychona y al mismo
tiempo extasiado por el aroma de su cabello, de su piel... Ella era más hermosa
aún en ese momento, a pesar de su estado. Maya por su parte comenzaba a tomar
conciencia de la situación. ¡Ella estaba en los brazos de quien había querido
matarla! Sin atreverse a separarse de aquel cuerpo cálido o quizás porque era
demasiado tranquilizador estar aferrada a él, Maya comenzó a tranquilizarse.
Los latidos de aquel hombre eran rápidos y fuertes, podía percibirlos bajo su
mano apoyada en su pecho, le gustó el perfume de sus ropas y la manera en que
él le acariciaba el cabello. Ella se sintió protegida. Cerró los ojos y aspiró
lentamente el olor de su uniforme. Podría haberse quedado así toda la noche,
pero el beep del comunicador de Tony rompió con la magia de aquel instante.
Maya se agitó apartándose violentamente de él y Tony la dejó
escapar de sus brazos; por primera vez sus ojos se encontraron. El infinito
azul de sus ojos húmedos y la oscura mirada de aquel hombre parecieron fundirse
en un extraño reconocimiento. Tony no pudo apartar su mirada de ella ni
siquiera cuando respondió la llamada del comandante.
- Todo está bien, John. - Dijo - Ella está aquí, en el
observatorio. Ahora mismo voy a llevarla al alojamiento de Helena.
- ¿Está herida? - Preguntó el comandante.-
- No. Ella está físicamente bien, pero conmocionada.
Maya oyó aquella conversión en silencio sin apartar sus ojos de
los de Tony. Se preguntó quién era. Cómo sería su nombre. Él era tan atractivo…
Tony casi adivinando sus pensamientos le habló.
- Mi nombre es Tony Verdeschi. – Le dijo. - Usted, puede estar
tranquila, pues no es mi intención causarle algún daño. Yo... voy a llevarla
con Helena ¿ok?
Maya comprendió aquellas palabras excepto el "ok", de
todas maneras supo que él no era una amenaza y asintió obedientemente.
Caminaron en silencio por los corredores. Minutos después, Tony llegaba con Maya al
alojamiento de Helena. Allí también estaban el comandante y la Dra. Gloria.
- "Sana y salva". - Dijo Tony.
- ¡Maya!... ¿Estás bien? - Preguntó la doctora Russell.
- Sí... – Respondió - Yo... lamento haber atacado a ese hombre...
Yo no quise...
- Oh... No te preocupes, él está bien. - La tranquilizó Helena -
Sabemos que no fue tu intención.
Maya echó una mirada a su alrededor buscando a la mujer que le
había gritado. Helena adivinó sus pensamientos.
- Ella no está aquí. No te preocupes.
- Oh... nada de eso. Ellen está confundida. Ya hablaremos más
tarde al respecto. Ahora debes descansar.
Helena tomó a Maya del brazo y la condujo hacia la cama. John y
Tony cruzaron un par de miradas y ambos supieron que debían retirarse.
- Nos vemos más tarde, Helena. - Dijo el comandante.
Tony y John estaban yendo hacia la puerta cuando Maya habló.
- "Verdeschi" - corrigió Helena.
Tony se detuvo y volteó al oír su apellido mal pronunciado y
sonrió ante la aclaración de Helena.
- ¿Verdeschi? – Repitió Maya.-
- Gracias... - Dijo Maya -.
Aquella fue la segunda vez que sus ojos se encontraron, no tan
cerca como hacía unos minutos, pero lo sintieron intenso, aún con testigos
presentes.
- De nada... - Respondió él -.
A pesar de que intentó sonar solemne, el brillo de sus ojos,
delataron cierta complicidad que no pasó inadvertida por las otras mujeres y el
comandante. Tony esquivó la mirada de Maya de inmediato y salió lo más rápido
que pudo de la habitación seguido del comandante. Ella, por su parte, se quedó
mirando fijamente a la puerta, aun cuando ésta se había cerrado; por algo que
ella todavía no comprendía sentía una curiosidad infinita por el jefe de
seguridad, una sensación extraña y a la vez placentera se había quedado en ella
desde aquel abrazo que la había consolado en uno de los peores momentos de su
vida.
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Lo que acabas de leer es un capítulo alternativo que debería ubicarse después del que vimos por TV y cuyo título es "METAMORFOSIS". Si deseas ver nuevamente este capítulo has click en el siguiente enlace: